domingo, 29 de junio de 2008

"Suele suceder" de *Bajos fondos del alma* de Luis Raúl Calvo

Suele suceder que el tiempo
transforme los recuerdos
en otros recuerdos
las miradas en otras miradas
las sospechas en otras sospechas.

Cada familia celebra sus ritos
cotidianos, crea de la nada
sus propios fantasmas, inventa
por las noches monstruos clandestinos.

De esa lúgubre orfandad, venimos
a este mundo, para iniciar
un extraño pacto con la vida.

http://www.palabravirtual.com/

"La especie" Patricia Damiano

Bajo apercibimiento de morir decapitado, convócame. Todo es atroz en el mundo de los insectos.Vuelve al criterio único: salvar la especie.
El poema es eso, sobrevivir a toda costa. Somos el peor de los infiernos y decimos ser dichosos si el sol se alza, ineludible. Mira la lapicera deslizándose sobre el papel, ella es sierpe y perjura en la nieve.Una noche barroca, las rodillas sobre el suelo, la inquietud de algunas danzas.Ve por el borde hasta reconocerme. Allí me tuerzo, como una alimaña, en el estupor.Sólo el candor te destruye al nacer, larva y placenta y túnica. Un secreto en ciernes.Todo podría ser mentira.

viernes, 27 de junio de 2008

"Inteligencia" de *Uno y el Universo* - Ernesto Sábato -

Entender es relacionar, encontrar la unidad bajo la diversidad. Un acto de inteligencia es darse cuenta de que la caída de una manzana y el movimiento de la Luna, que no cae, están regidos por la misma ley.
Como una especie de detective secular en una Gran Novela Policial, la inteligencia persigue interminablemente a la verdad, buscándola hasta en los lugares menos sospechosos, está abierta a todas las posibilidades y por eso debe combatir a cada instante contra la rutina, el lugar común, el dogma y la superstición, que pretenden en cada caso haber aclarado el enigma, ignorando o queriendo ignorar que la verdad tiene infinitos cómplices e infinitos lugares diferentes.
Porque combate contra todos los dogmas y supersticiones la inteligencia es capaz de comprender lo que hay de verdad en cada uno de ellos; un hombre inteligente no se caracteriza porque no comete errores sino porque está dispuesto a rectificar los cometidos; los hombres que no cometen errores y que tienen todo definitivamente resuelto son los dogmáticos; se caracterizan por tener siempre una Iglesia, una Ortodoxia, un Papa infalible, una Inquisición; no hay que creer que estas organizaciones sólo aparecen para defender a Dios: algunas aparecen para demostrar su inexistencia.
La creación de estas Iglesias es lo que hace tan difícil la búsqueda de la verdad. Porque entonces no basta la inteligencia: se requiere la intrepidez... ... Este valor intelectual es lo que los fanáticos de la secta llaman confusionismo.
Lo difícil de esta tarea está en que la inteligencia debe proceder en forma helada e imparcial en este interminable pleito siendo que a la vez aparece encarnada en forma humana y, por lo tanto, mezclada con la debilidad, la simpatía, la violencia, el fanatismo y la furia, que son nuestros atributos más frecuentes.

miércoles, 25 de junio de 2008

Elizabeth Azcona Cranwell



Conservo ésta página desde hace mucho tiempo. La fotocopia amarillenta no me dice el título, el único dato que aporta es: Exclusivo para Clarín, Buenos Aires, 1989. Pero me apenaba no traerlo. Les dejo aquí:



- 1 -
Se ha vuelto peligroso el goce puro. Elogiar el instante es alabar la fuga
sin sentido de todo lo viviente. No se puede retener su belleza,
su escándalo, ni beber sin castigo de pozos de dolor. Hoy se sostiene
apenas por un gesto de orgullo o de ceguera, de la repetición de la
palabra en sombra, de tanta vida sin vivir.
El cuerpo que escapó del naufragio no sirve para el rito. Las plegarias
se unen y piden pan. Lloramos a los muertos que nunca conocimos
y a los propios que parecen rendirse en las llamas del alba.
Ellos nos muestran desde un vidrio opaco sus rezos y los frutos
de la desolación. ¿A qué reglas acuden cuando se escapan de la piel,
quién trama todavía leyes para la tierra?
- 2 -
Nada tengo que ver con el deseo de los que me engendraron, la semilla
suntuosa o miserable y el vientre que buscaba llenar una oquedad.
Tal vez yo no responda a los sueños confusos de aquel amor o su
avidez por una permanencia que tan solo se roza en los comienzos.
¿Quién eligió su tierra el cuarto para el primer sollozo, los brazos,
cuna o cárcel para espiar el mundo? Triste momento es la creencia
de poseer el ámbito, sentirse como el fruto de un conocido tronco
y no saber cómo habitar el diálogo que se crea en las ramas con el
cielo, los pájaros o las figuras que desde el sol le nacen al rocío.
- 3 -
Alumbrémonos.
Perduro en la oración sellada. Iluminemos la tiniebla que nos marca
los límites; hablemos del dolor como de un manto que a todos
nos encierra, hablemos del amor como la luz que pocos alcanzamos.
Alumbrémonos.
¿Cuántas maneras de morir o de amar habremos de vivir, cuántas veces
deberemos partir con el alma enfriada con tanta cercanía, por una
sed de posesión que al fin no es más que soledad, el espejo más
próximo que nos borra la vista y paraliza nuestros pasos hacia
el único destino?
No pronunciemos cosas que pertenecen al silencio. Todo discurso es un
saber helado y ya no corresponde al corazón. Pero el adiós no es
cierto y tampoco la casa que se inventó nuestra orfandad. Seguimos
balbuceando mientras alguien nos cuenta desde lejos asuntos de su
vida marcada por la niebla o una lluvia de invierno, un sol remoto.
Alumbrémonos.
Cumpliremos el capricho de Dios, que sólo es un capricho cuando ya nadie

entiende su sabia voluntad secreta.



viernes, 13 de junio de 2008

"El loco" Khalil Gibrán

Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió:
Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que
me habían robado todas mis máscaras -si; las siete máscaras que yo mismo me había
confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de
gente, gritando:
-¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!
Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a
refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su
casa, señalándome gritó:
-Miren! ¡Es un loco!
Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma
se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:
-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!
Así fue que me convertí en un loco.
Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser
comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.
Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón
encarcelado está a salvo de otro ladrón.