domingo, 29 de julio de 2012

movimiento - Irene Gruss

Una mujer sola frente al mar
es más majestuosa que él.
Puede pasar una gaviota
augurando la muerte
o puede caer el sol humedeciendo
las lonas de las carpas
hasta apagarlas,
pero una mujer
frente al mar
mece su soledad como una dueña
y no se estremece.
La luz
del mar tiene la importancia
y el movimiento de su ánimo, de su alma.
El viento suena alrededor
de la mujer
y la despierta:
ahora se trata de la playa sin luz, una mujer,
el sol caído, el sonido del mar,
carpas levantadas,
el viento que lo da vuelta
todo.


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sábado, 28 de julio de 2012

como golpeando a una puerta

Agradezco a la Señora Irene Gruss la publicación, en su blog: El mundo incompleto, de los poemas:

Costado oscuro
Vida útil de las piernas
Parto



http://elmundoincompleto.blogspot.com.ar/search/label/ALICIA%20B.%20PASTORE

Alba Estrella Gutierrez

a veces

el dolor es una voz

antiguo pulso de la memoria

un ruido en la noche

descalza el miedo de unos ojos

que no estarán

y uno se apequeña como un fugaz olvido

a veces se pierden los espejos

y el rostro cae despacio

y dios se ausenta por un rato

viernes, 27 de julio de 2012

pequeño holocausto - Gisela Galimi

No hay bombardeos
ni estrategias,
ni generales,
ni hombres,
en tu guerra niña.

En tu pequeño holocausto
infantil y femenino
sólo existió
un coche de muñecas
que abandonaste
a cambio de salvarte
y una maestra que te dijo
que tu casa no era tu patria.

jueves, 26 de julio de 2012

Poema III - Carlos Alberto Pasqualini

Veladuras
cubren
la morada
de los palimpsestos

un árbol roto
me visita
por las noches

en silencio
trae las letras
que perdí en sus huecos

lleva mi alma
despacio
hasta el límite justo
donde nace la palabra

Más allá
despierto
en el cruce imposible
de todos los caminos

Carlos Alberto Pasqualini




Carlos Alberto Pasqualini
http://www.carlospasqualini.blogspot.com.ar/

miércoles, 25 de julio de 2012

Noviembre - Daniel Freidemberg

Lluvia lenta y charcosa, hoy.
Dos autos rojos sobre el gris
y, por supuesto, taxis.
Hace un año, mi padre, su
gran cuerpo indefenso en una clínica de extramuros,
me daba algo a saber. Soy
ese que pasa ante vidrio iluminado, ante
plástico blando, hierro pintado y mármol
como quien oye otra agua atrás, ¿palabras?
(“Oro”, una palabra: tres letras en papel fluorescente).
Ahora, arribado a esta planicie del cosmos, puedo ver
algunas cosas: charcos,
hojas de paraíso en la luneta de un dodge,
dos “o” y una “r” fluorescentes, mármol, plástico y
cielo entre el agua, etcétera,
como quien dice “esto era todo”.
¿Esto era todo? Uno: ni azar ni error,
ni el cumplimiento del mandado de nadie. Dos:
saliva agolpada en la boca, tensión muscular.
Tres: manchas, rostros (¿igual que pétalos
en una rama húmeda?). Cuatro: esta ciudad
vulgar en la que vivo
es la misma en que amé y no creí ser amado. Cinco:
de la violenta madrugada, estas paredes
tienen fosforescencias como de mar, una
palabra me inquietaba, o dos. Seis:
lo que llamaba “el corazón”. Siete: la carne,
eso que está, no el alma, eso que al final
se retira y se aplana, territorio de nadie.


Hoja de Poesía - Piero de Vicari, gracias,,,

martes, 24 de julio de 2012

Santiago Kovadloff




...El lector cabal reivindicará el tesoro subjetivo que guardan sus anaqueles. Al referirse a la importancia de sus libros siempre estará remitiendo a sí mismo. Es que su propia trayectoria resulta indiscernible sin esas páginas predilectas, su propio nombre indisociable del nombre de aquel que las escribió. El tiempo de lectura, por lo demás, es tempo de revelación. Steiner no dudó en caracterizar el efecto de la lectura como éxtasis, hora de comunión incomparable entre nuestro espíritu y el del autor leído. De hecho, el encuentro con la palabra de un autor que nos convoca, equivale a una experiencia de iluminación; es un vértigo similar al de un goce extenuante, un riesgo siempre lindante con el de la despersonalización tanto como un ingreso a las formas más altas y más sólidas de la identidad... ...Sí, quien de veras ha leído se ha transfigurado... ...El libro leído no perdura unicamente en la memoria; perdura sobre todo en nuestra conducta... ...Es que leemos para trascendernos, para ser otra cosa que aquello que ya somos, para ser dos, para descubrirnos hermanados, comprendidos, legitimados...

de ensayos de intimidad, Emecé, 2002

el traidor venerado - Hector Tizón

Aquella sería la última comida juntos.
El que era indigno de ajustarle el cordón de los zapatos estaba ebrio. Toda esa noche la pequeña campana de la estación ferroviaria sonó incesantemente, a lo lejos, sacudida por el viento. Llovía a ratos.
El Chaguanco abrió una lata de picadillo, lo fue untando con su cortaplumas sobre el pan que les quedaba y luego repartió los pedazos. “Yo no tengo hambre” —dijo. Quispe, un hombre inquieto y de poca talla que ya estaba borracho, tomó el primero y se lo tragó con buen apetito; después permaneció mudo y apartadizo, contemplando el débil movimiento de las ramas delgadas —agitadas por el aire— del ceibal.
La fama del Chaguanco había cundido no sólo en Yala, sino también en las comarcas vecinas desde donde la gente acudió hasta formar multitudes albergadas en carpas y vehículos, o debajo de las copas de los árboles alrededor del miserable rancho, a cuya puerta se asomaba, abandonando sus meditaciones, en los amaneceres. Entonces los que habían perdido la salud, los que aún esperaban algo, caían de rodillas ante su mano levantada.
Pero al poco tiempo comenzó la persecución, elu¬dida hasta hoy en que se cumplía un año de peregrinaje; un año de penoso ocultamiento, mudando siempre de lu¬gar, durmiendo a la intemperie o bajo las alcantarillas en los caminos, desde Tilquiza hasta Valle Grande, de Tumbaya a Susques, seguido por algunos fieles desesperados, enfermos, opas y ladrones arrepentidos.
Cuando un alegórico ladrar de perros anunció a los perseguidores, el Chaguanco concluía también su sentencia postrera, y el hombrecito enjuto y nervioso a quien iba dirigida, exclamó, más bien para sí: “Esa palabra es dura. ¿Quién la puede oír?”.
Ahora los agentes del destacamento estaban cerca. Era la noche de San Roque y una botella de ginebra ya¬cía, seca, en el suelo.
El ladrar se convirtió en aullido mientras el viento, a lo lejos, seguía torturando a la campana.
Cuando Quispe desapareció, entendiendo el Cha¬guanco que había llegado el fin y que en seguida lo con¬ducirían a la ciudad, a la cabeza de una multitud de cu¬riosos —como un político—, preguntó a los que quedaban si también ellos querían irse; después se apartó a corta distancia, pero sin ocultarse.
La campana y los perros dejaron de hacerse oír y la partida cayó sobre él. No opuso resistencia ninguna y —esposado— llegó sobre un camión maderero a la ciu¬dad. Allí debió esperar turno porque el Tribunal estaba distraído con otros delincuentes, pero, el día señalado, fue sometido a proceso y juzgado.
Pocas personas acudieron al plenario y entre ellas Quispe, principal testigo de cargo, que, antes de escuchar la sentencia, se ahorcó colgándose de una viga en el re¬trete del Palacio de Justicia.
Finalmente el Tribunal, al no hallar mérito sufi¬ciente para sostener una condena, lo absolvió.
Y cuando el Chaguanco —deshonrado y solita¬rio—, después de mucho tiempo regresó a Yala, encontró que muy pocos se acordaban de él y que la gente ya en¬cendía velas pagando promesas en la tumba del otro.

domingo, 22 de julio de 2012

muerte del cabo Cheo Lopez - Ciro Alegría

Perdóneme, don Pedro… Claro que esta no es manera de presentarme… Pero, le diré… ¿Cómo podría explicarle?… Ha muerto Eusebio López… Ya sé que usted no lo conoce y muy pocos lo conocían… ¿Quién se va a fijar en un hombre que vive entre tablas viejas? Por eso no fui a traer los ladrillos… Éramos amigos, ¿me entiende?
Yo estaba pasando en el camión y me crucé con Pancho Torres. Él me gritó: “¡Ha muerto Cheo López!”. Entonces enderezo para la casa de Cheo y ahí me encuentro con la mujer, llorando como es natural; el hijito de dos años junto a la madre, y a Cheo López tendido entre cuatro velas… Comenzaba a oler a muerto Cheo López, y eso me hizo recordar más, eso me hizo pensar más en Cheo López. Entonces me fui a comprar dos botellas de ron, para ayudar con algo, y también porque necesitaba beber.
¡Ese olor! Usted comprende, don Pedro… Lo olíamos allá en el Pacífico…, el olor de los muertos, los boricuas, los japoneses… Los muertos son lo mismo… Sólo que como nosotros, allá, íbamos avanzando…, a nuestros heridos y muertos los recogían, y encontrábamos muertos japoneses de días, pudriéndose… Ahora Cheo López comenzaba a oler así… Con los ojos fijos miraba Cheo López. No sé por qué no se los habían cerrado bien… Miraba con una raya de brillo, muerta… Se veía que en su frente ya no había pensamiento. Así miraban allá en el Pacífico… Todos lo mismo…
Y yo me he puesto a beber el ron, durante un buen rato, y han llegado tres o cuatro al velorio… Entonces su mujer ha contado… Que Cheo estaba tranquilo, sentado, como si nada le pasara, y de repente algo se le ha roto adentro, aquí en la cabeza… Y se ha caído… Eso fue un derrame en el cerebro, dijeron… Yo no he querido saber más, y me puse a beber duro. Yo estaba pensando, recordando. Porque es cosa de pensar… La muerte se ríe.
Luego vine a buscar a mi mujer para llevarla al velorio y creí que debía pasar a explicarle a usted, don Pedro… Yo no volví con los ladrillos por eso. Mañana será.
Ahora que si usted quiere ir al velorio, entrada por salida aunque sea… Usted era capitán, ¿no es eso?, y no se acuerda de Cheo López… Pero si usted viene a hacerle nada más que un saludo, yo le diré: “Es un capitán”…
¿Quién se va a acordar de Cheo López? No recibió ninguna medalla, aunque merecía… Nunca fue herido, que de ser así le habrían dado algo que ponerse en el pecho… Pero qué importa eso… ¡Salvarse! Le digo que la muerte se ríe…
Yo fui herido tres veces, pero no de cuidado. Las balas pasaban zumbando, pasaban aullando, tronaban como truenos, y nunca tocaron a Cheo López… Una vez, me acuerdo, él iba adelante, con bayoneta calada y ramas en el casco… Siempre iba adelante el cabo Cheo López… Cuando viene una ráfaga de ametralladora, el casco le sonó como una campana y se cayó… Todos nos tendimos y corría la sangre entre nosotros… No sabíamos quién estaba vivo y quizá muerto… Al rato, el cabo Cheo López comenzó a arrastrarse, tiró una granada y el nido de ametralladoras voló allá lejos… Entonces hizo una señal con el brazo y seguimos avanzando… Los que pudimos, claro. Muchos se quedaron allí en el suelo… Algunos se quejaban… Otros estaban ya callados…
Habíamos peleado día y medio y comenzamos a encontrar muertos viejos… ¡El olor, ese olor del muerto!… Igual que ahora ha comenzado a oler Cheo López.
Allá en el Pacífico, yo me decía: “Quién sabe, de valiente que es, la muerte lo respeta.” Es un decir de soldados. Pero ahora, viendo la forma en que cayó, como alcanzado por una bala que estaba suspendida en el aire, o en sus venas, o en sus sesos, creo que la muerte nos acompaña siempre. Está a nuestro lado y cuando pensamos que va a llegar, se ríe…Y ella dice: “Espera”. Por eso el aguacero de balas lo respetó. Parecía que no iba a morir nunca Cheo López,
Pero ya está entre cuatro velas, muerto… Es como si lo oliera desde aquí… ¿No será que yo tengo en la cabeza el olor de la muerte? ¿No huele así el mundo?..
Vamos, don Pedro, acompáñeme al velorio… Cheo era pobre y no hay casi gente… Vamos, capitán… Hágale siquiera un saludo…

gracias a http://narrativabreve.com/

sábado, 21 de julio de 2012

Elsa - Filisberto Hernandez

Yo no quiero decir cómo es ella. Si digo que es rubia se imaginarán una mujer rubia, pero no será ella. Ocurrirá como con el nombre: si digo que se llama Elsa se imaginarán cómo es el nombre Elsa; pero el nombre Elsa de ella es otro nombre Elsa. Ni siquiera podrían imaginarse cómo es una peinilla que ella se olvidó en mi casa; aunque yo dijera que tiene 26 dientes, el color, más aun, aunque hubieran visto otra igual, no podrían imaginarse cómo es precisamente, la peinilla que ella se olvidó en mi casa.

Yo quiero decir lo que me pasa a mí. ¿Y saben para qué?, pues, para ver si diciendo lo que me pasa, deja de pasarme. Pero entiéndase bien; me pasa una cosa mala, horrible: ya lo verán. Sé que por más bien que yo llegara a decirla, ocurrirá como con la peinilla y lo demás; no se imaginarán exactamente cómo es lo malo que me pasa; pero el interés que yo tengo es ver si deja de pasarme tanto lo malo que se imaginarán, lo malo que en realidad me pasa.

Elsa no es precisamente una de las tantas muchachas que no me aman: ella no me amará dentro de poco tiempo, porque ahora ella me ama. Nos hemos visto muy pocas voces; ella está muy lejos; nuestro amor se mantiene por correspondencia; pero yo tengo la convicción, yo afirmo categóricamente, yo creo absolutamente -ya explicaré ampliamente por qué tengo esta fiebre de afirmar- yo vuelvo a afirmar que dada la manera de ser de ella, dejará muy pronto de amarme, porque ella no podrá resistir el amor por correspondencia. Yo sí, pero ella no.

De lo que ya no existe, se habla con indiferencia o con frialdad; pero yo hablo con dolor, porque hablo antes de que deje de existir y sabiendo que dejará de existir: recuérdese cómo lo afirmé.

Cuando espero algo, siento como si alguien -llámese Dios, destino o como quiera- tratara de demostrarme que la cosa que espero no llega o no ocurre como yo esperaba. Entonces, cuando yo tengo interés en que una cosa no ocurra, empiezo a pensar que ocurrirá, para burlarme de ese alguien si la cosa llega u ocurre, para hacerle ver que yo la preveía; y él por no dar su brazo a torcer no me da ese gusto y la cosa ocurre; pero he aquí que al final triunfo yo, porque precisamente lo que más deseaba era que no ocurriera. También debo decir que ese alguien suele sorprenderme dejándose burlar, y que yo triunfe aparentemente y quede derrotado íntimamente: pero esto ocurre las menos de las veces.

Para ser franco, diré que yo no creo en ese alguien, que a ese alguien lo creamos, y para crearlo lo suponemos al revés y al derecho. Pero cuando nos encontramos frente a un gran dolor, volvemos a pensar al revés y al derecho por si llega a ser cierto que existe. Ahora yo pienso que a lo mejor existe, y que a lo mejor no da su brazo a torcer, y por llevarme la contra hace que no ocurra lo de que ella deje de amarme, puesto que yo afirmo que ocurrirá. Así mismo tengo temor de que ese alguien se deje vencer y la cosa ocurra como en las menos veces: pero yo tengo más esperanza del otro modo: al revés que al derecho. Tendría esperanza aun cuando viera que estoy a punto de que ella no me ame; pues con más razón tengo esperanza ahora que ella me ama normalmente.

Bueno, en total quiero dejar constancia de que tengo la convicción, de que afirmo categóricamente, y que creo absolutamente, que Elsa se diferencia de las demás muchachas, en que ninguna de las otras me ama, y que ella dejará muy pronto de amarme.

Testimonial 1 - Liliana Chavez

“…y sus ojos sin pavor como si no se dieran cuenta” Livia Hidalgo

Observo a la mujer
La pobreza
que contamina el lugar
por donde pasa el silencio


No escucho a nadie implorar perdón
por ese pájaro herido.


Y me abriga una certeza:
un amanecer sombrío
aviva el fuego de otros lutos
una turba de sombras
viene a presenciar la caída.


Y ella sigue ahí,
sin pavor en los ojos
a punto de parir su muerte


escuchando - casi con devoción –
el fecundo sermón de la oscuridad.

domingo, 15 de julio de 2012

Gardel se fue a la Guerra - Jorge Ariel Madrazo

Primera postal previa a la masacre:

Con la mirada clavada a la vasija de ágata, muerto de sueño y vistiendo ropajes multicolores en el mejor look Polichinela, el Perfecto Isaías, laboratorista alquímico de primera graduado en París, se agita entre retortas ensortijadas, probetas y filtros; lo rodean modestas paredes de chapa. Sólo Perón y Gardel conocen el móvil último de sus afanes brotados de un insomnio de Malaquías: descubrir la píldora conducente al estadio máximo de no-materia.

Isaías ni me ve cuando me acerco; a un ruido mío gira, se alarma -No debés estar aquí, Los Hermanos mayores no autorizan la presencia de persona alguna en este recinto -suplicó. Le respondí-: Fui designado cronista de esta aventura, ¿cómo podría dar fe de tamaños desvelos sin participar de ellos en cuerpo y alma? -tal, mi argumento; no osó objetarlo. Mi prestigio era grande por entonces. Volvió a agitar los hombros de modo convulso; creí que se hallaba a un paso de sufrir uno de sus ataques epilépticos; no: estaba machacando la Materia Primera, también conocida como Caos o Agente Mágico Universal, sustancia pétrea de ardua recolección usualmente oculta entre desechos pútridos; puedo corroborar que su olor remitía, sin apelación, a un hediondo proceso microorgánico...



Primer premio Eduardo Mallea (2003-2005)

Ediciones Desde la Gente - Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos