domingo, 28 de diciembre de 2014

Hubo un puerto de membrillo - David Antonio Sorbille

                                                                               

                                                   A “de rayo en fiesta”
                                                   de Alicia Pastore (2013)

Hubo un puerto de membrillo,
un recuerdo de caricias, una rosa temblorosa
en la infancia sedienta de certeza.
Hubo piedad y silencio, un espejo deformado,
la muerte blanca, el olvido fatal,
la tierra y su vientre, la mugre de la guerra,
el deseo en la vigilia imaginaria del tiempo,
el amor y el destino que acechaba,
el viento de las rebeliones atravesadas por la locura
de una era inquisorial,
y la palabra que resiste, no entrega fácilmente
su jadeo en el torrente que viaja en el duelo,
en la danza del fuego, en el desafío que viaja,
en la niña que se mece en el columpio de la vida,
en el misterio de la verdad sin cielo
como rayo en fiesta de una poesía que se hace piel,
alumbra el momento,
créeme: que esto es  así!



jueves, 25 de diciembre de 2014

Norma Etcheverry


El destino (1)


Por fin, partirá.
Tiene miedo.
De todas formas,siempre tiene miedo.
Tal vez se marche y ya no vuelvan a reconocerse.
Lo mira dormir, y soñar. En el sueño está lo que ha sido escrito con pintura roja sobre los azulejos de la vieja casa de Nampula.
Y también lo que está por escribirse. 

El sobresalto

Esdta vida, esta muerte de Martguerite, me arrebata de lo cotidiano, me expulsa de una realidad donde hasta ayer sólo existían mis propias contradicciones, mis amigos, los hombres amados, una vida tranquila...en el centro mismo de este arrebato permanezco por horas, ajena a todo, atenta apenas al arrullo del niño, a la lluvia de a ratos, a vivaldi a veces y, por un segundo, un estallido, a esa voz grave que, por alguna razón no se aleja del todo, nunca del todo a esta lectura de la vida y la muerte de Marguerite. 
Más aún, algo en esa voz hay que remite a este centro, algo oscuro que revela palabras de lo que está más allá.
destellos de una vida vivida antes. 
Una mujer. Con otro nombre.

la falta

- Arrastro sombras por su culpa.
- Nadie puede dar luz si no ve.
- Hay un agujero que cada tanto me recuerda exactamente quién soy, de dónde vengo.
Y también adónde no iré ya. Nunca.
- No es lo mismo parir que dar a luz.

de la vida leve - ediciones La carta de Oliver, 2014

dice Sandra Cornejo de La vida leve: un libro como una caja de Pandora

Jorge Rivelli


bajo la luz de la niebla

noche inesperada
con niebla y sin luna
al fin
ahora puedo ver
todo más claro
sé quien soy
le doy piés a los zapatos
piernas a los pantalones
brazos al saco
voy a contestar cartas
y nis preguntas
el amor
es un paraguas iluminado
en el fondo de una botella
la muerte
caballo de copas
sentado en bastos
robando el oro
saboreando la espada
la soledad
es el trabajo
de negociar
con fantasmas
ser profundo
es como vivir ahogado
en el fondo de la pileta
una sombra tu voz
la extensa cabellera
de los hechos
certeza implacable
para sacar pecho 
y tragarse la noche
el dolor
exagerado protagonismo
del nervio ciático
la pérdida
quedarse
con los bolsillos
vacíos
ante tanta insistencia
sí... sí...
soy un cobarde
hasta que
que se vaya la luz.

de manhattan gandhi - la porteña 2014

Raquel Jaduszliwer



ha de ser

Me dejará mi nombre.
Así de distraída,
así de absorta,
fulminada y
ya ausente,
perdida en el momento,
sin saber.

Y así será
después de todo, así como quienes
no han vuelto,
pasajeros remotos.

gesta de abandono,
proeza ignota.
Solitaria aventura
la que sucede
anónima. Arrojo,
inapelable olvido, 
visión última.

Arrebatado el nombre
y el regreso, 
el adiós extendido
como un manto, ya sin otro camino
que el pasaje silente
definitivo y póstumo.

de Los panes y los peces - de los cuatro vientos 2012 - Primer premio poetas y Narradores contemporáneos 2011

todavía es tiempo

Lo ves
la oscuridad nos quiere cerca
acurrucados como pastores ancestrales junto a un fuego
temerosos porque todavía es tiempo

precisamente ahora
ahora que nos dicen que todo será alguna vez en un solo 
destello
con un fuego blanquísimo y un plano de ceguera

relumbre anticipada
vaticinio que se arroja a la luz

de la noche con su lámpara - Primer premio Concurso de Poesía Victoria ocampo 2013 "Alejandro G. Roemmers" - editorial Victoria Ocampo

Sylvia Cirilho


Japanese

Con mi puta costumbre de río
de pasar por tus riberas sin mojarme;
sabía que primero vendría averme
tu cabeza,
tu cuello de canson marfil
y más luego tu lomo de risco.

De verde gabardina mi boca
en la noche que quise preparara 
tu plato de arroces y naranjas
no te hablé de mi nombre

sólo me dejé prender fuego como escarabajo
con un as de oro entre los ojos
lujosa como escarabajo,
doblé tu risa

en rumor de vidrio.

Pues que ahora 
espero a coro con un violín de única cuerda

haciéndome japonesa
para hacer que tu voz en traje de turista
se baste con delicias que te pertenecen. 

                            -o0o-

no soy inmune, nena (Morrison)

importan tus ojos
la revolución de las velas
las jaurías y el exceso
un reloj de semillas tostadas
abre la caja de la noche
y bailamos
el remiendo de la diástole
en el beso de la mariposa
al almendro
(una quisiera ponérsete cerca
tocar 
al fin
tu extremo de ángel)

trama

Bordo una sirena
mientras mi hermana da cuerda a sus ojos
para que se den vuelta hacia lo que quema

el aire se condensa en este Junio
de vidrio empañado

circular como espejo

                                 casi como el Sol.

de Pulpa a la hora de los dátiles- textos intrusos 2014

domingo, 7 de diciembre de 2014

Valeria Assenza Parisi


voy a meterme

en sus bocas
a sacar todos los no
arrancarlos poco
a poquito;
De a una y en fila
borraré mis muertes
para coserlas
en rezo que rece
los odios todos
con que amé.

15/07/2010

                                        "Es una antigua historia de amor" 
                                                                    Jacobo Rauskin

Danzan 
su gran danza
arremeten
exploran
explotan
apuñalan
al viento
que separa

Danzan
su gran danza
lengua socrática
jónicas piernas
brazo discóbolo

en alto
en congreso
celebran
danzan
safo y maría
juan y platón

Alzheimer

Quizá
sin darse cuenta
cocinó a fuego lento
toda nostalgia
bajó dobladillos
de crecidos
repasó zurcidos
de ausentes
planchó los recuerdos
volvió a tararearr
esa canción.

Quizá 
sin darse cuenta
tendió la noche
y se tapó con silencio. 

de Ediciones Estación Quilmes 2014

martes, 2 de diciembre de 2014

Martín Echeverría


Buceo en el lago del medio / pezríoluna


 Buceo en el lago del medio

el círculo de bruma
se abre una
y otra vez

pezón de incienso infinito

cuando el lazo del mundo afloja
corbata derrotada
las venas de mi cuello
serpentean

por debajo de la ropa
de la historia
de la bronca
de todas mis pieles

http://www.echeverriapoeta.blogspot.com.ar/2014/10/buceo-en-el-lago-del-medio-pezrioluna.html

domingo, 30 de noviembre de 2014

Pamela S. Terlizzi Prina


desesperar

Desesperar está en el vértice de un taco embarrado
también en el gusto a uñas molidas
y en las secuelas de cualquier cosa

Está en la borra violácea a plena luz
o en el escrúpulo irresuelto

En la luna falsa de una noche falsa
en la que desespero
hay una falsedad modesta
almidonada

Porque desesperar es falso
es impropio
es mosca ultrajando fauno

Antes es la fábula
contingencia
querella
le sigue rabiar
llorar con babas
pero desesperar vegeta
asoma desde el negro inmediato

Es falsa imperfecta moderada asfixia
como el revés mismo

Desorden

La casa es un desastre

Andan quejas
por esquinas y bachas

Hay una herrumbe invisible
en las bocas los trastos

Y yo que soy un harapo
o una fruta sin frío
una borla navideña en febrero
o un juguete claro al sol
un vaso opaco con rouge
o una canilla que gotea
yo que soy el desastre mismo
que soy esta casa
me ahogo por tu carne inmóvil
por el aire que no te infla
por los no
por los pero
por los cuándo

Me ahogo y giro y me malhumoro
alimento un tipo de orfandad

Libertad

A Liliana Díaz Mindurry, por la belleza del espanto

La nada es el umbral del que nadie eligió partir
y me dijiste que nunca fue de día

Hablemos de los laberintos
y por oposición
de los lugares que no tienen puertas ni ventanas

De este lado de las cosas
el gato que huía por los techos se detuvo en mis ojos
que te miran mirar la nada

El problema de la libertad es acostumbrase
a una voluntad incómoda
que jamás querrá uvas ni pan
aunque vague con hambre

No pedimos el vértigo la convulsión la gula
salvo las alas

Y yo puedo elegir
(la felicidad no siempre)
el goce siempre siempre el espacio
el día solo como una noche aguada
(promesa de espesura)

Te confieso
no busco la belleza
quiero eso que no tiene bordes ni formas que otros hayan nombrado

eso
lo indecible
por anónimo´
por imbebible
por terror lúdico
por abismo en el paladar

Y ahora te digo de la sed
Es un insecto rosa
que me toca apenas la lengua
que tiene el tupé de apoyar solo las patas
y volar pronto
abandonándome en una flamígera voluntad de tragar

De tragar insecto y repulsión
patas impúdicas deseo urgente deglución perversa
fiebre
perecimiento efímero
terrón de arena verbo asfixia
humanidad

de estado de espesura - Ediciones Ruinas Circulares, 2012

Susana Lage


por nacer en el desierto

Tengo sol en invierno
y desde mi cama
se ven perfectamente las estrellas.
Tengo dos gatos tibios
y algún olvido,
el cuerpo ocioso y el escudo atento
que a veces los errores no dan tiempo.
Y tengo los recuerdos tan disciplinados
y la risa tan fácil
que soy tan feliz
como se debe.

Y a veces
(si estoy muy descuidada)
la soledad se me cuela en los papeles
y me escribe un poema por las noches.
Y a veces
(si no estoy muy apurada)
lloro muy bajito en los rincones
por no hacer ostentación, 
que hay mucha envidia.

Y tengo sed congénita de viento
y un miedo colectivo.
Y sòlo puedo amar sin que se note,
como el tiempo de siesta,
de puntillas,
como una piedra inmóvil del camino.

Para calmar el dolor
(que a veces duele)
oyendo historias y cebando chismes
he aprendido a creer lo que no veo,
que los que hemos nacido en el desierto
conocemos a Dios sólo de oídas. 

Muertos

Más allá de mí, 
de mis contornos,
están mis muertos mirándome de frente.
Mi infancia de poemas y lombrices,
un amor de tus ojos,
mi abuelo casi pájaro
y mi perro.

Más allá de mí
están todos los fantasmas carceleros
que no me dejan volar,
y me aprisionan
en el furor de la impotencia.

Más allá, tan allá de mis contornos,
borrándose, inseguros, 
ellos me tienden una mano fatal.
Volver al aire tibio y luminoso
de ser germen feliz
dentro del cuenco
de mi infancia
de tus ojos
de mi abuelo
de mi perro

Vuelo final

Y entonces fijó la vista en el reloj
que decía las nueve,
y era en punto,
y le dio por mirar hacia la puerta
sentada en la cocina,
mirada fija,
a fantasear con las formas de la muerte,
que total quién va a morirse por ahora,
con este clima.

Y ya que el reloj y la puerta seguían fijos,
y las paredes se le volvían de espuma,
y los ojos se le hacían de mar
y su mirada tenía un nos sé qué salado y caracolas,
y ya que nadie abría el picaporte,
y ya que las agujas se obcecaban
ángulo rectángulo y las nueve,
y el tiempo se había detenido
y hora tras hora se obstinaba en plantarse,
se resignó a la erosión de arena entre las ollas,
y al crepúsculo marino en la alacena
y a un mascarón de proa de naufragio
rompiendo por detrás de sus cortinas.

Y ya que jamás sería otra hora que las nueve
y se embotarían para siempre los goznes de su puerta,
fue a dar a su colchón con todo y huesos
el cabello dibujando un hipocampo
que total ya nadie cree en las sirenas.
Y se durmió, la piel pringosa y asustada, 
y se durmió, las algas estrellándose en las rocas, 
y se durmió, una marea las sábanas de hilo, 
y se durmió, en su cama infinita de besos infinitos,
y se durmió, las manos ajadas de trenzar corales,
y se durmió, sus pechos y su boca a la deriva, 
las olas huyendo para siempre de la playa.

Y se durmió.
El cielo era de azul de la mañana,
inmenso el aire acre entre sus poros
y tibia el agua ondeándose y en calma.
Y cuando despertó,
ya era una gaviota. 

de Desierto - ediciones El Mono Armado, 2014

Biomas - Belén Vecchi


Prólogo de Hugo Toscadaray:

En Biomas, de un modo alegórico, Belén Vecchi nos hace recordar a Robinson Crusoe. En la búsqueda que se advierte en estos poemas, como en aquel celebre náufrago, está presente el retorno a lo instintivo, a lo más primordial. Nos muestra así, que sin este impulso no hay hallazgo y que la poesía, entonces no sería más que un ejercicio de la pura conciencia. Todo el poder de la imaginación, el poder blasfematorio, de liberación de la belleza, se presenta en este libro de forma explosiva, casi como en una reinvención de la naturaleza a través del incendio arrollador de la palabra.

Rosa

Como el viaje nupcial del salmón
yo nado
voy esquivando piedras, osos y tiempo
voy alejándome cada vez más
de lo que está más
más acá
llevo la vida y el amor
´te busco rojo, siempre.

Sentidos

El amor de los pájaros
el sonido de tu mirada

que te dobles y
te encuentres que
un té duerme en un sillón y
mis sueños son demasiado largos y
todo lo que quiero es
libertad.

Y la luz de los osos
eso:
que te encuentres con un oso
en el té o en el sillón

que sueñes que sos libre
y seas libre.

Abiótica

En la selva
amo
porque estoy llena de pájaros y
sangre

todas las especies
me llaman
mi voz es un relámpago

hoy duermo con los árboles
y mi memoria se llena de tierra.

de Biomas 2014

Comentario de Laura Ponce:

¿Cómo no creerle a Belén Vecchi cuando dice “Un animal duerme en mi cintura/ yo le canto, él respira mis lunares/ los dos hicimos un pacto:/ él no me come/yo no interrumpo sus sueños”...?
     No sólo le creo; además la felicito: es el mejor pacto que puede hacerse (y el único, a decir verdad, si realmente amamos la palabra -vale decir, la poesía).
    Dejar soñar al animal que nos habita, no creernos el filo de su mordedura: de estas dos premisas, de la mixtura de ambas, de la convivencia de ambas,  resultan los poemas de Bioma.
    Hay una transparencia, una suerte de ingenuidad, de horizontalidad, en la forma que Belén elige para decir (el animal cumple su parte del pacto). Y por debajo -pese a la horizontalidad y gracias a la transparencia-, asistimos a lo que el animal sueña (la poeta también honra lo acordado).
    La mayor parte de los poemas son breves, y casi todos de versos pequeños (la levedad necesaria para no interrumpir el sueño). Y tienen, al mismo tiempo, una fuerza, una contundencia, una capacidad de revelar, dulcemente, lo que se quiere decir (aunque sea fatal).
    Porque Belén Vecchi dice mucho; y lo dice sin apelar a lo discursivo: logra que la idea emerja en medio de la delicadeza de las imágenes.
    Hay espesor y hay aire.

   Es un buen libro, decididamente.


miércoles, 12 de noviembre de 2014

plumas - Marcelo Rubio


De las cuatro sólo una logró volar a tiempo. Es que el Wolks aceleró demasiado los últimos metros y ellas, distraídas en el confort de picotear migajas sobre el pavimento, no reaccionaron. El auto no fue la trampa, apenas el ejecutor del acto. No las oí emitir un sonido, sólo el golpe seco contra el paragolpes y la rueda destrozando el cuerpo de una.
Mientras esperaba el cambio de rojo a verde las plumas volaron por la avenida. Cuando subí al colectivo todavía se bamboleaban en el aire varias de color negro veteadas con banco y gris. Debía cruzar la ciudad para ir a casa de mi mujer. Al día de hoy me niego a ponerle el título de ex, no por una cuestión de propiedad o de orgullo, sino porque detesto viajar tanto tiempo para nada o tal vez por no darle a ella todo los gustos.
Ella vive en un lindo barrio fuera de la ciudad. Uno de esos nuevos, con casas rodeadas de amplios jardines donde hay suficiente espacio para la pileta de natación. La casa de mi mujer está pintada de color salmón y el tejado es de un verde oscuro. No estoy seguro si tiene un quincho en el fondo. Cuando llego, mi mujer -que quiere ser mi ex- me atiende desde la reja. Jamás he logrado traspasar ese vallado, incluso al momento de buscar a mi hija o dejarla de regreso.
El esposo de mi mujer es un artista consagrado. Cobra buenas sumas sólo por aparecer en algún programa de televisión. Desde que están juntos, algo más de diez años, ella ha crecido mucho en su profesión de arquitecta. Le sienta bien esta vida tranquila, relajada, lo digo sin haber compartido una charla porque, a decir verdad, no conversamos nunca en los últimos catorce años.
Sé que ella está feliz de no vivir cerca de mí. Según puedo ver, y aquí no hace falta confesión alguna, el barrio es tranquilo, calles asfaltadas recientemente, poco tránsito. Estoy seguro de que esas que en la ciudad no pudieron volar a tiempo, allí no tendrían problemas. Es tan largo el viaje que tuve tiempo de recordar al hombre que bajo la autopista cuida de las mismas que arrasó el Wolks, les pone alimento y mientras ellas comen las rodea con un cerco de alambre. Una tarea tan noble e inútil al mismo tiempo. Él vive en un rancho de cartón, tiene más problemas que mi mujer o yo, pero no le importa pasar horas procurando enseñarles a ellas cómo sobrevivir en la ciudad.
Mi hija tampoco tiene problemas serios, al menos que yo sepa. No es amante de vivir conmigo, quizá por mi mal humor o por la pequeñez de los tres ambientes de mi departamento. Viene algunos fines de semanas y desde que ha crecido cada vez lo hace con menos frecuencia. Lo único que ama de la ciudad es poder salir por las noches y con sus quince años volver a cualquier hora. Yo no pregunto nada ni exijo, le pido igual respeto sobre mis cosas. No pienso como mi mujer, creo que si algo debe pasar, pasará.
Puedo ofrecerle a mi hija comida y un cuarto confortable, yo, a su edad, ni siquiera tenía vida propia. Cuando me casé con su madre tampoco la tuve, al poco tiempo quedó embarazada y al tercer año, como no podía ser de otra manera, nos separamos. A mi mujer le llevó algún tiempo llegar al barrio donde las casas tienen jardines amplios y las calles ignoran lo que es el verdadero tránsito.
Mi hija, de quien estoy seguro también quiere el título de ex, suele decirme que todo mi departamento cabe en la heladera de su madre. No soy de llevarle la atención a ese tipo de comentarios, prefiero ignorarlos aunque por algún tiempo queden dando vueltas en mi cabeza. He soñado varias veces cómo meter mi departamento dentro de una heladera, dándole un orden lógico a los ambientes y logrando ventilarlo para que al llegar mi hija no perciba el olor a porro. Prefiero callar todos los resultados.
Aquella mañana de las plumas en la avenida, mi ex suegra me había dado un sobre con papeles para entregar a su hija. Ellas no se hablan desde ya no sé cuantos años, ni recuerdo el motivo, pero las mujeres tienen esa capacidad de memorizar cada palabra, cada pelea y el momento en que ocurrieron. Cuando nos hablábamos, mi mujer me recordaba discusiones de las que yo no tenía el menor registro de haber protagonizado, ofreciéndome detalles de horarios y lugares.
Mi ex suegra y mi mujer se pelearon y ninguna quiere oír hablar de la otra, yo soy el hilo que las une. Están pendientes de sus vidas a través de mí. Suelen preguntar “¿Cómo está ella?” y supongo que no oyen mi respuesta, pero necesitan hacer esa pregunta. Por suerte carezco de este tipo de problemas. Según conozco, mi madre murió el día que nací. Eso lo contó mi padre, que falleció cuando cumplí los dieciocho. El alcohol lo llevó a un límite que no lo dejó regresar y se llevó a la tumba cualquier secreto de mi niñez.

Volviendo al día de las plumas, llevaba documentos en el sobre que me había dado mi ex suegra. Bajé del colectivo sobre la ruta, caminé las dos cuadras hasta la casa salmón con tejas verdes oscuras No debía preocuparme por los semáforos ni los coches. Toqué el timbre y mi mujer vino hasta la reja. La monotonía fue algo que siempre dominó nuestra vida. Le extendí los papeles y ella hizo la pregunta de costumbre. Dije que bien, con sus dolencias, como siempre. Luego referí la historia de las tres que no pudieron levantar vuelo a tiempo. Mi mujer me observó igual que si aún fuera mi mujer y dio las órdenes para que el sábado pasara a buscar a mi hija; recalcó que fuera puntual, que llevara dinero para el remís y otras cosas imposibles de recordar porque yo pensaba en cómo logró seguir viviendo una y sonreí, comencé a comprender lo sucedido en aquella avenida.

martes, 11 de noviembre de 2014

a mansalva - Sandra Pasquini

…la poeta parece acostarse con la muerte en un movimiento circular en el que un dios la salva en cada poema para arrojarla nuevamente en sus brazos. Una y otra vez emerge para tomar aire y vuelve a zambullirse.
Es la palabra la que celebra el conjuro, y Sandra Pasquini está siempre presente para pronunciarla.

Su poesía prolífera y visceral salta como una tigresa herida:
desde la chienne a la madre: sangra con el hijo amortajado colgando    entre las piernas.
Se hermana en el sufrimiento de la amiga enferma:  adivino lo que cabe entre tus gestos (…)y quiero soldarme a cada uno de tus huesos. Abre a nuestros ojos los tatuajes del amor: Ahora que la noche dibuja/en el flanco enardecido de tu cuerpo/filigranas con la sangre de mi herida.
Halla al padre:...y los bulevares se bifurcaban como nubes en el azul tremendo de sus ojos.

Cuando Dios aparta la mirada/y desvía el curso de las cosas:

es ella la celadora de sus muertos, unas veces en la plenitud del don, otras valiéndose de las sobras que quedan después del banquete, de la depredación, de la voracidad con que el mundo fagocita a sus vasallos,
es ella la que vislumbra la amenaza latente: como si la boca del mundo quisiera cerrarse una vez más sobre nosotros...


Sandra Pasquini usa la palabra como un puñal con el que abre heridas en el alma y las muestra al mundo. Tajos de literatura, eso produce la poesía de Sandra, no tiene piedad con la ferocidad de las frases, exorciza todos los demonios sin temor. A Mansalva deshace el universo y lo reconstruye a su antojo, con sobrado talento y una fe ciega en poder ofrecer al lector, imágenes poderosas. Los poemas que componen A Mansalva son fotogramas, cuadros exactos que no dan respiro al lector, lo mantienen alerta y deseando por más. Pasquini articula la belleza, el amor, la violencia y la muerte de forma tal que los convierte en “monstruos”, no una caricatura, sino criaturas deformes por necesidad y no elección. Las metáforas con usadas como una daga de doble filo que abre surcos en el lector, dejándolo tambaleante entre el placer y el asombro. Pasquini maneja, como nadie, el lenguaje del dolor, las vocales de la violencia y el sílaba por sílaba de la muerte. No le gusta la liviandad de la poesía, por el contrario Sandra se asume como poeta vehemente, corriendo en el abismo de los tiempos sin cordel de seguridad, libre pero comprometida. En A Mansalva la muerte cobra vida y el dolor luce con las mejores galas. Cuando Sandra habla de sangre, los lectores sentimos el líquido viscoso recorriendo los dedos. Ella no sólo habla de los muertos, también aúlla por ellos, conociendo la voz de la muerte, sin temor, orgullosa, Sandra, de poder conocer esos códigos. Pasquini funda sobre los cimientos de la literatura moderna, una forma de poema tan propia como única, que lacera, estimula, soprende. Para suerte de todos, cuando uno termina de leer A Mansalva, el mundo no vuelve a ser el mismo, la poesía tampoco. Marcelo Rubio


1-

Caigo desnuda de su boca
tumbada sobre el rastrojo de mis muertos
animales que cortan el aire de tu aliento
vienen en la noche
cuando las lámparas apagan su destello
pueden tornar sobre la herida
reiterar perpetuamente el tajo
para decir el hambre con los ojos
el coagulo negro que oscurece la pupila
el deseo invertebrado lamiendo las costillas
todos los nombres se repiten
el tuyo siempre amortajado
el lecho extinto de algún río
el contrapunto de tus labios
volver así sobre los pasos
a instancia del vacío
ahora que otra voz nombra todo lo acabado.

5-


¿Cómo entra la muerte así por la ventana?
con su pulmón de fango
degollando la madrugada
con su avidez de tragaluz
con el hijo amortajado colgando entre las piernas
ahora viene
de Agosto imperturbable
avanza
con un ramo de fuego  sobre el pecho
con su medio cuerpo de loba
desbaratada
enciende las quemaduras de la noche
finge ceguera de cíclope
guarecida en tu osamenta
escarba palabras para decir el ataúd que te nombra
enardecida
abandona tu rostro en los espejos.

7-

Cuando mi Padre dice agua quiere decir sombra
dice pan para decir boca
tiembla y sus piernas se doblan como las de una marioneta
cuando mi Padre me mira con su mirada hueca
con sus terribles cuencas vacías
-no es a mí- es al mundo a quien mira
eleva el aliento mi Padre para decir la nada
y los bulevares se bifurcaban como nubes en el azul tremendo de sus ojos
todo lo envuelve en su fuego
ojos de jade pulido
atado de pies y manos a una cama
como un cristo postrado en su colchón de olvidos
fabula mi Padre fantásticas visiones y ríe como un niño
cuando mi Padre dice -hija- un yunque brutal cae de sus labios
confirma la sed y los abismos
duerme con la muerte apretada contra el cuerpo
como restos de fotografías calcinadas
ríe mi Padre como un recién llegado
deambula en el recuerdo por los corredores de la infancia
cambia de nombre
de ciudad
de padres
y de hija
me despierta a media madrugada aullando
dice que se quema
que sus huesos se queman
que todo el es una inmensa llamarada
llora acurrucado como un niño
ruge como un desesperado
el dolor lo va abrasando
va tallando su agonía
cuando mi Padre dice muerte quiere decir -cuerva horadando-
costado roto por sus filos
todo él es como una cuadriga adormecida con venenos
sostenido por las pinzas del letargo
brota la voz de mi Padre como volutas negras hacia el cielo
se arranca con las uñas la palabra que lo atora
siente como el tiempo le trepana la osamenta
cuenta los silencios y las pausas del jadeo
languidece mi Padre en lo sagrado
y dice -la putrefacción no es más que un hecho-
y es que lentamente va sabiéndose cadáver.

de A Mansalva - Textos Intrusos, 2014


sábado, 18 de octubre de 2014

Hasta ahí nomás - Mario Capasso


Dice Cortázar en su artículo Realidad y Literatura en América Latina:

"Y cada día que pasa me parece más lógico y más necesario que vayamos a la literatura -seamos autores o lectores- como se va a los encuentros más esenciales de la existencia, como se va al amor y a veces a la muerte, sabiendo que forman parte indivisible de un todo, y que un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última palabra."

porqué cito a Cortázar? porque me tiende un puente hacia mi lectura de esta obra

La literatura no es algo funcional, sin embargo modifica la mirada del lector. En el caso de la microficción, y ésto lo he conversado con amigos poetas y microficcionistas, y más o menos todos nos ponemos de acuerdo en un punto: la linea que la separa del poema  es casi imperceptible. Y la poesía es ese lugar donde el lector ejerce su derecho a completar al autor.

Además: éste libro de microficciones en particular,  está escrito por Mario Capasso que ya de por sí es un autor que desde cualquier tipo de narrativa que aborde, conduce realidad y ensoñación en una misma traslación. llevándonos de la mano hacia sus historias, soltándonos y dejándonos circular libremente por ellas, pero siempre, de un modo o de otro, y por eso digo que el autor es quien conduce en una suerte de paternidad, siempre nos vamos a encontrar con una realidad y un punto de fuga de esa realidad,

Así nos encontramos con que para Capasso "el asombro" es un personaje que camina, habla, busca, resiste como un hombre: El asombro, con los ojos bien abiertos, durante el transcurso de un día soleado a más no poder, atravesó el umbral, cerró la puerta de su guarida y salió dispuesto a ver qué pasaba de nuevo en el barrio.

En "la imagen" hay tanta realidad, que el protagonista, al no soportarla, busca el olvido, desenfocando, como aquel personaje de una de las películas de Woody Allen: Después del primer trago, trató de concentrarse en el espejo ubicado detrás del mostrador. Quería verse representado en él: reconocerse en la imagen, su propia imagen allí reflejada. Al principio le costó bastante. No lograba enfocarse. Parecía que la imagen tuviera vergüenza, o temor y procurara borronearse.

En "el perro" un hombre sigue a un perro durante muchas cuadras pero en el medio de un breve fragmento nos encontramos con la disyuntiva: el hombre sigue al perro o lo imagina?, el hombre imagina al perro o el perro lo sueña?: lo imaginó dándose vuelta para el lado en que se sentía más cómodo y acurrucándose entre los trapos que le daban ese calorcito que tanto le gustaba, que desde siempre lo hacían sentir bien, que cada noche le facilitaban la entrada al sueño en el que un hombre lo seguía durante muchas cuadras.

En "la puerta" un hombre simplemente entra a un dormitorio, pero... escuchen: En una zona especialmente trabajosa, mientras manoteaba con fuerza para abrirse paso entre la vegetación, advirtió que por suerte la luz del velador, que alguien había dejado encendida, lo ayudaba a guiarse entre los árboles y las plantas, que parecían cubrirlo todo, salvo ese caminito que ahora él pisaba con un entusiasmo renovado y que poco a poco iba dejando atrás, al igual que iba dejando atrás la pesadilla en la que él mismo se veía envuelto en una especie de follaje que se le había metido en la habitación.


Premio Edición Luis Di Filippo - 2014 (Asociación Santafesina de Escritores)




miércoles, 8 de octubre de 2014

María Margarita Jouve


Mi sangre ya está cansada, mis dedos ya no pueden sostener el nuevo lápiz de tinta que me ha mandado mi papá. Mi madre que está también cansada, ella de tanto trabajar, sólo puede ser avizorada por mi débil mirada a través de una pequeña ventanilla que una enfermera piadosa abre transgrediendo las reglas rigurosas de las monjas del hospital. Sé, con la conciencia que me dan mis diecisiete años que mucho tiempo más no podré resistir las  transfusiones de sangre que los médicos realizan a diario. No hay esperanza de cura para
 mi anemia perniciosa. Y cada día que pasa el efecto revitalizante es menor. No me dura la fuerza inyectada desde el exterior más que un par de horas, en las que puedo sentarme en la cama, bajar las piernas y moverlas, mientras trazo en la libreta las últimas páginas de un cuento que, espero, no quede inconcluso. Será para papá, a quien recuerdo buscando conmigo las palabras precisas para que la narración quede armoniosa y el argumento resulte interesante o fantástico al jurado del concurso literario. No he podido aún terminar de leer los cuentos de Calleja que obtuve como premio en el concurso del año pasado. Extraño a Juan, mi hermano tan responsable como no lo es papá, y a su juicio siempre justo que protesta por tener que buscar al viejo del boliche donde copas van copas vienen lo hacen parecer estar de juerga permanente, aunque sé que eso no es así.
         No quisiera tener que irme. Tengo tantas cosas que escribir todavía y me faltan fuerzas para hacerlo. Siento que las palabras que acuden a mi mente no tienen manos con vigor para trazar mi relato. Hago un importante esfuerzo cerebral para retenerlas hasta que encuentre un modo de registrarlas. La vista se me fija en mi madre con la potencia de un ruego que, todos saben, nadie puede cumplir en este mundo. Sus ojos celestes cielo se ofrecen como la única o última esperanza de amor en este momento en que las palabras se acolchonan en la mente y una sensación de sopor profunda mi inunda el cerebro, que parece desasirse y la difusa y lejana luz de la ventana atrae mi mente como un imán que con fuerza  va despegándola del cuerpo hasta dejarlo allí, en esa fría cama de hospital.


Fragmento de “Con ciencia de nada” - novela de María Margarita Jouve, Editorial Serapis, 2009