domingo, 10 de julio de 2016

Luis García Montero


Canción 19 horas

¿Quién habla del amor? Yo tengo frío
y quiero ser diciembre.

Quiero llegar a un bosque apenas sensitivo,
hasta la maquinaria del corazón sin saldo.
Yo quiero ser diciembre.

Dormir
en la noche sin vida,
en la vida sin sueños,
en los tranquilizados sueños que desembocan
al río del olvido.

Hay ciudades que son fotografías
nocturnas de ciudades.
Yo quiero ser diciembre.

Para vivir al norte de un amor sucedido,
bajo el beso sin labios de hace ya mucho tiempo,
yo quiero ser diciembre.

Como el cadáver blanco de los ríos,
como los minerales del invierno,
yo quiero ser diciembre.



Bajo la luz quemada...

Bajo la luz quemada,
tienen frío los ojos con que buscas
estas horas de octubre
y su jardín manchado de ginebra,
hojas secas, silencios
que de nosotros hablan al caerse.

Porque si ya no existe,
aunque nadie se ocupe de sus solemnidades,
hay noches en que llega la verdad,
ese huésped incómodo,
para dejarnos sucios, vacíos, sin tabaco,
como en un restaurante de sillas boca arriba
ya punto de cerrar.
-Nos están esperando.

Nada sé contestarte,
sólo que soy consciente de mi propia ironía,
porque el hombre es un lobo también consigo mismo
-Nos están esperando.

Negras y en alto, buitres silenciosos,

nos esperan las nubes en la calle.

Leonard Cohen



Esperando a Marianne

He perdido un teléfono
que olía a ti

Vivo junto a la radio
todas las emisoras a la vez
pero capto una nana polaca
la capto entre la estática
se desvanece yo espero mantengo el ritmo
viene de vuelta casi dormida

Acaso tomaste el teléfono
sabiendo que yo lo olfatearía inmoderadamente
tal vez hasta que calentaría el plástico
para recoger hasta la última migaja de tu respiración

y si no piensas volver
cómo ibas a telefonear para decirme
que no piensas volver
para así por lo menos Poder discutir contigo


Cielo

Los grandes pasan
pasan sin tocarse
pasan sin mirarse
cada uno sumido en el gozo
cada uno en su fuego
No tienen necesidad
el uno del otro
tienen la más profunda de las necesidades
Los grandes pasan

Registrados en algún cielo múltiple
grabados en alguna risa sin fin
pasan
como estrellas de diferentes estaciones
como meteoros de diferentes siglos

Fuego inalterado
por el fuego que pasa
risa inatacada
por el confort
se pasan los unos a los otros
sin tocarse sin mirarse
necesitando saber tan sólo
que los grandes pasan

Por qué la experiencia no es la maestra de nada

No el mío -el cuerpo que te prometieron
está enterrado en el corazón
de una máquina inutilizable
que nadie puede detener o poner en marcha.

¿Yacerás con él? Podrás cavar hasta muy profundo-
escapar de una o dos Leyes- ver un relámpago
de luz. Jamás
llegarás a acercarte al corazón.

Yo lo intenté -soy el mismo- resultó lo mismo.
Quería que mis sentidos enloquecieran.
El relámpago no era más que una luz ordinaria.

¿Acaso nada podrá mantenerte aquí, mi amor, mi amor?

viernes, 8 de julio de 2016

Rafael Vásquez



El poema

Rastro de la palabra que no siento
como esperable y lícita condena;
que no es prisión ni angustia ni cadena
sino el cauce abisal del pensamiento.

Porque en la letra cabe y es sustento
de la vida que pasa, de la pena, 
del amor que no dura, de la buena
felicidad que aguarda su momento.

Rastro de la palabra y su escritura,
toda la voz al fin, la desmesura
de indagar al espejo de la suerte.

Y entre tanto, la página vacía, 
la indecisión errática y baldía
que anticipa la sombra de la muerte.

La casa de mi abuela

El patio y sus canteros
¿plantas o flores?,
las baldosas seguras después de la cancel
y un triciclo tan fuerte que sabía
mandar los recorridos de la infancia en el patio.
Macetones con flores,
algún perro en el fondo, seguramente un árbol.
La casa de mi abuela con un piano y dos tías
todavía solteras
para cuidar ausencias primerizas
hasta el regreso de mi madre.
En las fotografías
que nunca vuelvo a ver están los rostros
que la muerte dejó para la pena.
Viejas anotaciones
o cartas
o recuerdos
dan ese tinte sepia, borroso, del pasado.
Ya no quedan testigos
                                        ni el lugar
                                                           y la sombra
me crece desde adentro como una despedida. 

La noche sin abrazos

para Enrique Bossero

Uno puede dolerse. Pero de qué nos vale
si otros van sin sentirlo
en la piel, en el beso o en la voz apagada;
en la semana triste o en el día sin cuidados;
en el diciembre angosto que no supo aferrarlo,
ese mes tan exacto que se llevó consigo.
No conozco a sus hijos para ir a despedirlo
ni pienso en los adioses sin respuesta.
La muerte no sostiene más que adioses
y nada me convence.
Porque está en sus poemas.
Fue una amistad bien corta pero fuerte
de acercarnos lo escrito y su sonido.
Ese sentido extraño en otra música
que supo compartir sin egoísmos. 
En esas cartas breves que se mandan
ahora
sin timbre ni cartero, por el aire,
nos prometimos un encuentro cierto.
Y ya no hay nada cierto. Su recuerdo
baja desde la noche sin abrazos.

de Pequeñas muertes, provisorios olvidos - Ediciones El Mono Armado 2016

martes, 5 de julio de 2016

Estela Zanlungo


En un extremo de la noche
que no retorna nunca
un hombre hace infusión de mí:
trama hace
de esta que escribe
y huye.

Jala de la razón
él
mientras yo me desnudo
como al descuido
para torcer la soga
que nos enreda
blanco
hacer
en el centro de los ojos.

Con la primera luz
el siempre da la espalda
para volver con la mano escondida
y mi nombre sabiendo
en su boca
a lengua muerta.

 -:-


Se está incendiando el bosque.
En algún sitio hay humo
pero lejos;
aquí
las madres llevan a sus niños
de la mano,
esperan antes de cruzar,
y los miran perderse
en el patio de la escuela
con la tranquilidad del que ha puesto
doble llave.
Mi vecina baldea la vereda
temprano;
deja correr el agua
como queriendo mantener a salvo
este pequeño rincón del universo.
Alguien se ríe fuerte
en una radio,
todos se ríen fuerte
se enciman de la risa
de un modo desquiciado
para que no se escuche
la estampida
de los que todavía creen
que se puede escapar.
Porque se está incendiando el bosque
y sin embargo
la mañana
baja amarilla aún,
sobre los fresnos de mi barrio
e ilumina las tejas
con cierta ligereza de pincel.
Ahora que llega el tren
en llamas
hay que tener cuidado
y no dejarse confundir
por el sonido familiar
que pita
como si no pasara nada,
los muertos concentrados
cada uno en lo suyo
con los auriculares puestos.

lunes, 4 de julio de 2016

Adolfo Zutel


Alguien

alguien quiere vivir aunque no pueda
y respirar burbujas y agonía
ser valle alfombra alambre desazón
despertar aunque el párpado esté abierto

alguien quiere reir gritar absurdos
y repartir tormentas en pedazos
liberar el dolor la fantasía
alguien quiere abrazar
alguien no quiere

alguien espera que la piel resuelva
amontone acaricie queme sea
alguien nace o es sed o arena o muelle
alguien es barco
alguien es deriva

alguien camina
alguien sólo es piedra
afila cava desespera brota
alguien llega
alguien se desborda se hunde se diluye
vuela

alguien ama    no ama

alguien intenta    a veces

alguien quiere escribir

alguien no puede

de si alguien no escribe un verso - Ediciones del Dock 2002

Manos

que se diga que son manos sin manos
manos sin dirección
sin límites
que se piense que nunca acariciaron
que no pueden amar
que se derrumban
que se diga que no pueden abrigar una flor
un perfume
cambiar pañales
escribir un poema
una carta
vivir una canción
que se sientan heladas aumque imploren lo cálido
que se vean blancas y negras aunque ella las perciba cósmicas
manos sin camino
sin río
con inquietud y soledad y abandono
sonrisa violación
manos con vuelo sin alas sin aire sin consuelo
sudario clavos hueso

manos que esperan y saben
que ya no

de de las manos (libro dedicado a las doctoras Eloísa y Elida Isasi que atienden a mujeres afectadas de esclerodermia, enfermedad mutilante de las manos- Ruinas circulares 2008

Rubén Reches


... Su tema es la vejez y la infancia, pero sobre todo, su tema es el presente que "hace entrechocar sus helados hierros"; su apariencia inexpugnable contra la que no puede mucho el ser humano que se desgasta sin él: fuera del tiempo real, rodeado de muertos y desaparecidos...

Fragmento de la contratapa de Jorge Aulicino

Moribundo...

Moribundo: antes que vengan a coser tus párpados,
antes que el falso nudo se deshaga en el pañuelo
y que las ondas desaparezcan del agua,
querés repetirte con fuerza -como quien memoriza-
el nombre del lugar en donde estuviste y del que te vas.

Pero ya no lográs saber que fue esa zona
que vos creías tan imperial y populosa
como el país de nada del que, aún viajando, siempre sos 
               ciudadano.
Ante tus ojos ya más de carne que de vidrio
tu única migración se ha reducido a unas palabras
               empobrecidas y a una pieza.

Ahora que vienen a coser tus párpados
podés correr a gusto por toda la tierra de tu memoria,
pero no te basta eso para determinar qué fue esa luz que te
               parecía sola e infinita,
qué esas estrellas, ese humo, esas dos manos tuyas,
qué ese acordeón y esa madre.

Ahora te parece posible encerrar a toda aquella variedad en un frasco;
Ahora te parece que podrías ver todos los mares, todos los
               árboles y las fiestas
con solo mirar una vez a través de un orificio del diámetro 
               de un clavo
practicado en tu tumba.
Pero igual querés gritar de una vez el nombre de la gota de
               la que empezás a caer,
por un desafío parecido al que hincha las venas
del hombre de nuez y de brazos desnudos, 
de pié en ese arrabal de esferas, 
que vocifera y vence a otros con palabras;
pero no podés, no podés, moribundo.

Incluso ahora que estés muerto, cuando vuelvas
a tu larga costumbre de no ser nada,
en el instante luego del último punto dado a tus párpados,
recordarás, sí, cada uno de tus milenios idos
y tendrás la exacta clarividencia de todo tu inagotable
               porvenir,
pero este episodio ínfimo de luz aun del pasado se borrará.

Y no vas a gritar el nombre de la pintada selva
que -última lágrima o fruta inmensas- todavía pende de tus párpados,
ni te erguirás para el rasguño inesperado al cielo,
en tanto que lo que no sabés nombrar se arranca 
               pausadamente de vos, 
desprende de toda tu piel un ala,
y ya no temés que la mariposa esté naciendo,
ya ni la querés nombrar,
ya no sabés, no sabés que dejás, qué se te va, moribundo.

de Poesía reunida - Ruinas Circulares 2012

domingo, 3 de julio de 2016

Leopoldo Castilla - Era el último planeta que cantaba


…Ha percibido una intencionalidad oculta que recorre el mundo, y se prolonga en la palabra, la que a su turno la modifica. Frecuenta los viejos caminos de la analogía, matriz del estructuralismo y la teoría de conjuntos; como un cabalista judío, griego o cristiano que descubre identidades cambiantes, coincidencias significativas, opuestos, paradojas. Graciela Maturo.

El amanecido

A Maximiliano Witte

¿qué estaré siendo yo de este lugar
que ha parido la presa de su carecía?
Entenado de mis muertos
llevo una flor a su caridad
para que vuelva en mí esta comarca,
pero es tarde,
el cielo envejeció
y el espacio ha crecido demasiado.

He gozado todos los sonidos,
me he dejado llorar
por ojos difuntos,
he besado a mi época en la lengua
y a esta altura
soy el cielo de mis fornicaciones
y la intemperie donde flameo, inhumano.

Entro a la tormenta de la casa vacía
y lluevo largamente,
con la copa en las raíces,
asfixiado por el aire,
y, enguantado por mi oscuridad,
pudro mi leña,
eyaculo el escenario,
pierdo los papeles, tacho la luz,
lastimo la función.

Los otros no saben que están dentro
de un día que no amaneció,
el que no amaneció,
el que me he robado
mientras del suero de mi cerebro
se amamantaba la noche
cuando yo tiraba mis huesos al aire
y ni la muerte los reconocía.

Tengo dentro
un salto de pájaro espantado,
un niño helado en su futuro,
un camino que no deja de ir
y un árbol inmóvil
soltando frutos oscuros.

No hay contemplación: mi limosna es mi cuerpo.
Ya no me sirve el universo
                                   ni le sirvo yo.

Hacia una luz inválida se va el día.
Y no me lleva.
Donde yo duermo, trinan como perras,

                                   mendigas las palomas.

Visor Libros 2016

Alicia Waisman - Ser hablada


Si todo libro de poemas es una definición sobre la eterna pregunta sin respuesta” qué es la poesía”, el libro de Waisman plantea la interrogación sobre el lenguaje mismo, “esa condenación aún desconocida y esa felicidad aún invisible” en palabras de Blanchot…

Fragmento de la contratapa de Liliana Díaz Mindurry

No sé nada de
de Safo
si no lo que dicen
de ella
algunas
malas lenguas.

(Está también
una tarjeta
que me dio
mi hermana
en mi adolescencia)

¿Qué dios,
así, de pronto,
la habrá sostenido
con su aliento?

¿Se habrá escurrido, Safo,
por sus propios huecos
sin saber
donde ponerse?

Lo arduo se resume
                      en pocas palabras:

Y
sin embargo


no.



Luego no es
mañana. Tampoco
nunca.

El tiempo no es la línea cronológica
                aprendida en la infancia.

Ausencias que son como abandonos.
Cielos apretados rodean una cabeza vacía,
la hacen estallar.

Partida fragmentada la cabeza.
Gira y gira. No consigue saber
adónde va. 

Son días
en que
la vida se mete en un hueco.

No hay quien la alcance.

No quiere salir.
Patalea, grita,
despiadada como una niña.

(Hubo otros días: horizontales
casi vacuos)

No son esos, estos días.

Estos días acongojan
todo:
cavilaciones, disparates, sonrisas.

Ladra la noche
ladridos de queja
Estertores violentos
resuenan
(en silencio)

Hoy
no hay nadie conmovido

(tres niños han sido asesinados)

Ruinas Circulares - 2013

sábado, 2 de julio de 2016

Marta Ortiz - Casa de viento


No se vuelve
nunca nos recobramos de nuestro lugar de origen Wiliam Goyen

No se vuelve
-delta azul que resguardó la infancia-
de un antiguo patio en sombras

de la dama de noche y su corola china
-ruta de la seda en ese mismo patio rojo-
del lila fragante en el aura del paraíso.

No regresa

la que contaba lunas en noches de ronda
y relatos a la luna biselada:
vertiginosa telaraña
Increpaba al espejo un gran poeta nacional.

No se vuelve
de la lámpara quemada colgando del techo
que nadie cambiará
de la bisagra desaceitada y la respiración arrítmica

no del tejido esponjoso de aquella mujer
sus puntos de misterio
escritura de lana
diario de decepciones.

pensaba que el deterioro


en la piel encrespada de mi madre
era ajeno a mí
como si yo no fuese
una astilla de tal o cual madera
que también cruje
se ablanda y un día se pudre

como el tronco exhausto
del viejo paraíso
ha dado ramitos de flores violetas

parece mentira
una vez más
su estela fragante

de casa de viento


Sostengo

con un par de alfileres
un halo de alegría mentirosa:
mi pancarta.

Tu silencio asiente
como si nada hubiese que decir
del carcinoma que carcome
carroña que supura
dispuesto mi costado a cargar
tu mochila
al borde del camino abandonada

-nada que decir-

mirar atrás
donde dulce huele el limón

olvidar
el mal olor de la cruz
los clavos, las astillas
el peso insoportable.

de Clausura (a la memoria de su hermana Alba)


7

el ventilador dispersa las letras
de la página que leo

Babel de líneas y puntos
alrededor de mis pies

pienso en la mañana de enero
un vaho blanquecino baja al río

borra
toda certeza


25

esconde la carita detrás de las manos
como si el cobijo improvisado
pudiese repeler
el curso de la Historia

como si el vano escudo
lo eximiera del peaje al infierno

detrás de las cajas
en el carro de supermercado
(cuestión de centímetros)
el embalaje de la traición

32

un día cualquiera
de lloviznas matinales
me habré dilapidado
en el recurso de los libros
-sumas tipográficas-

como recuerdo a mi madre
reclinada a la luz
entre nudo y nudo
del tejido


de condensados


de casa de viento - Alción Editora 2016